Jueces: El Secuestro
Estimados lectores, deseo llamar poderosamente su atención para expresarles algunas breves y deshiladas reflexiones, sobre un tema que nos preocupa a todos, me refiero al secuestro -del cual me parece por fuerte que sea no dejar de hablar públicamente por erizo y delicado que sea- y es que en estos días se nos dieron a conocer algunos datos por parte de la Asociación Alto al Secuestro, entre ellos, que del 2012 a la fecha se han reportado 5,710 secuestros y tan sólo en el mes de abril de 2015 fueron denunciados en México 138 casos con 171 víctimas, de ellas el 14% fueron privadas de la vida en cautiverio.
Estos datos duros, nos ayudan a plantearnos algunas ideas con respecto a uno de los fenómenos delictivos que generan más conmoción en las sociedades actuales con efectos devastadores para quienes son víctimas pues flagela el carácter de las personas, y que han provocado que las relaciones entre individuos sean más complejas.
El secuestro se lleva a cabo con el fin de obtener un rescate monetario, pero también se realiza con otros propósitos algunos de ellos de carácter político o inclusive religioso. A través de este ilícito se desplazan en libertad –vaya paradoja- y sin el menor riesgo miles y millones de pesos en efectivo todos los días. Hoy en día nos indican los estudiosos del tema que las víctimas del secuestro son clase media o baja, empresarios, ganaderos, estudiantes, periodistas, legisladores, sacerdotes, narcotraficantes, campesinos, burócratas y maestros, en pocas palabras, nadie está a salvo, no hay capa protectora contra el secuestro. Se conocen datos de menores de 12 años y adolescentes victimas de secuestro.
Los individuos que cometen este hecho antisocial son individuos a quienes les importa poco la vida de otros, en México la edad de estos victimarios oscila entre los 13 y 45 años. Los estudios psicológicos, nos indican que la metáfora del nombre del padre pierde significado en ellos, y su tendencia es hacia desaparecer la ley, por la necesidad de tener un padre imaginario, de ahí que sea un ser humano con muy baja calidad e intensidad en sus relaciones sociales capaz de dañar a sus semejantes.
Un caso que ejemplifica la crudeza de este flagelo es la intervención del Papa Pablo VI, en el secuestro, en Italia, de Aldo Moro en 1978 quien escribió una carta a sus secuestradores las Brigadas Rojas: “No tengo ningún mandato para hablar con usted, y no estoy sujeto a ningún interés privado en lo que respecta. Pero le quiero como a un miembro de la gran familia humana, como un amigo de la época de estudiante y ―por un título muy especial― como a un hermano en la fe y como un hijo de la Iglesia de Cristo. Hago un llamamiento que ustedes ciertamente no ignorarán;… de rodillas se lo ruego, liberen a Aldo Moro, simplemente, sin condiciones, no tanto por mi humilde y bien intencionada intercesión, sino debido a que comparto con usted la común dignidad de un hermano en la humanidad… Hombres de las Brigadas Rojas, me dejan, el intérprete de las voces de muchos de nuestros conciudadanos, la esperanza de que en sus sentimientos de corazón, que la humanidad triunfará. En la oración, y siempre amándolos, espero prueba de ello”. Días más tarde el cuerpo fue encontrado con balas, el papa presidió su funeral en la catedral de San Juan de Letrán, visiblemente afectado y conmovido.
En México, este delito adquiere matices dramáticos porque muchas de las veces intervienen agentes de la policía, y esto genera que sus consecuencias sean devastadores, porque entre otras cosas, hace más costosos los servicios públicos, ha generado en los últimos años un aumento injustificado en materia de seguridad, y en materia de salud las victimas quedan con un trauma emocional para toda la vida.
Factores como la impunidad, la falta de denuncia y una cifra negra, obstaculizan a tener mejores resultados para combatir el secuestro, toca a todos como sociedad no dejar el tema y seguir hablando de ello para estas recordando que uno de los grandes pendientes de este país es la seguridad de todos.
Por: Omar Williams López Ovalle